Hace exactamente un año recibí una Nintendo Switch como regalo de cumpleaños, desde entonces he vuelto a reconectar conmigo mismo, vivir y revivir experiencias memorables, y en este post trazaré este recorrido. Llevaba varios años desconectado del mundo de los videojuegos, de pequeño la saga Pokémon ocupó un lugar preferente, pero al llegar la adolescencia llegaron otras cosas y Pokémon volvió a su Pokéball. Mucho más tarde, cuando estaba entre los 20 y los 30, en un día de verano sentí como ganas de volver a jugar con los monstruos de bolsillo (Pocket Monster) y ahí se volvió a abrir una puerta que llevaba cerrada mucho tiempo. Jugué a todas las generaciones que me faltaban y cuando casi me puse al día, se supo que la siguiente generación iba a salir para Nintendo Switch, consola que no poseía y que tampoco me había llamado mucho la atención hasta ese momento, y allí se abrió otra puerta que no tenía precedentes. Tras semanas buscando información, metiéndome en el mundillo e ilusionándome, mi Fa me regaló para mi cumple la consola y adquirí entonces mi primer juego para la Switch: The Legend of Zelda: Breath of the wild. Esto fue meses antes del lanzamiento de Pokémon Espada y Escudo, pero la ilusión fue tal que no pude esperar.

Breath of the wild ha sido mi primer Zelda, sentí curiosidad y acerté; ha habido ratos en los que llegué a pensar que es el mejor juego de la historia. Jugué a este título hasta la saciedad, hasta el punto de no querer verlo ni en pintura y luego volver a enamorarme locamente pasados unos meses. Y esto es precisamente lo que tarde en pasarme el juego, meses o mejor dicho casi un año, pero es lo que suele pasar cuando eres un jugador complecionista y que juegas a varios títulos a la vez. Luego, en ese proceso de ilusión que mencioné en el párrafo anterior me topé con un juego que a priori no significaba nada para mi, ni nunca había oído hablar de él, pero que su portada me enamoró, una portada sencilla pero que tenía algo mágico: un chico y una chica en medio de un campo verde frente a una criatura colosal (o mejor dicho titánica) y un inmenso árbol detrás, todo bañado con un cielo azul. Esto era, la portada perfecta para enganchar a alguien que no conocía para nada esa saga, despertar el interés y luego mantenerlo, ya que la obra es de las mejores que he probado; estoy hablando de Xenoblade Chronicles 2. Es difícil realizar afirmaciones contundentes de este calibre, puesto que puedes caer en el error y a la vez en el olvido, por eso diré, que Xenoblade Chronicles 2 es de los mejores títulos que he podido jugar, la trama es compleja y emotiva, una historia bien contada que se sostiene muy bien; una jugabilidad de diez, compleja pero emocionante, y posiblemente unos de los títulos más largos que existen hoy en día en Nintendo Switch. Hace pocas semanas he logrado finalizar el juego (nuevamente tras muchos meses), nunca me había emocionado tanto con una obra de arte, mientras los títulos de crédito marcaban el final, no podía evitar derramar alguna que otra lágrima.


Otro título que me marcó, no tanto como al anterior pero merecedor de una mención especial es Octopath Traveler, desarrollado por Square Enix, una de las compañías de más renombre del sector, focalizada en RPG de gran calidad, la responsable de las franquicias Final Fantasy, Dragon Quest o Kingdom Hearts entre otros. Octopath es un título atípico, destinado a los grandes amantes de los RPG de principios de los 90, concretamente a la generación de la SNES (Super Nintendo Entertainment System); este no fue mi caso pero lo estoy disfrutando igual. El juego posee unos gráficos en 16 bit pero con elementos en HD, Square Enix denomina esto 2D-HD, y tengo que admitir que es todo un acierto; imagínate a los sprites de los personajes en 16 bit, en mitad de un oasis, donde se puede apreciar la textura de la arena, el agua, la calima, todo esto con el añadido de los efectos sonoros; es una estética digna de disfrute, un placer visual. Y del visual pasamos al disfrute musical, la banda sonora es sencillamente preciosa, temas memorables que hacen de la experiencia de jugar a Octopath Traveler todo un placer. ¿Cómo conocí este título? Fue en enero del 2019, en tren volviendo a Madrid. Un chico se había sentado a mi lado y tenía la Switch en sus manos, jugaba a un título curioso con una estética que me recordó al Final Fantasy VI de la SNES precisamente; le pregunté que si era un Final Fantasy y me dijo que era Octopath Traveler, y desde ese momento tenía fichado el juego.



Llegaron otros títulos, Mario Kart 8 es un juego que hemos disfrutado mucho en casa, pero apenas he jugado en solitario; los juegos donde no hay un «progreso», juegos digamos que «infinitos» no me atraen del todo (como los juegos de lucha o carrera en general); pero siempre que recibimos visita en casa o jugamos Fa y yo, la diversión está asegurada, para eso están estos títulos, para disfrutarlos en compañía. En un arrebato de nostalgia, nos pillamos el Crash Bandicoot N.Sane Trilogy, un recopilatorio de las tres primeras entregas de la saga en Playstation 1; pero los juegos de plataformas nos cansan mucho… llevamos meses sin tocarlo. En otro arrebato de nostalgia pero esta vez acertado, ha sido comenzar a jugar al Final Fantasy IX, obra que tuve el placer de jugar en mi niñez en la PS1; debería de tener unos 10 u 11 años cuando adquirí este juego de manera pirata en el Souk Gourna de Tétouan, el fallo es que sólo compré el primer disco de cuatro, y mi aventura se limitó a la cuarta parte del título, pero aún así lo disfruté. Diecisiete años después, he vuelto al FFIX en la Nintendo Switch, enamorándome del juego otra vez. Creo que es el título más tierno que conozco, de esos que te llegan al corazón, de esos que te enamoran con su historia y sus personajes.


Luego llegó Pokémon Espada, el motivo por el que adquirí la consola. El hype fue tremendo en las semanas anteriores, me hizo mucha ilusión volver a estar al día. Luego el juego me decepcionó un poco por la baja dificultad, un juego que te puedes pasar con los ojos cerrados, un juego que no supone ningún reto. El único reto es el mundo competitivo, donde compites (valga la redundancia) con gente de todo el mundo, pero que allí el nivel de dificultad es extremo, y el juego se convierte en algo frustrante; me gusta que la dificultad resida en la trama, en el desarrollo de la historia. Dentro de un mes saldrá el DLC, y creo que ni me molestaré en adquirirlo; esperaré a ver las opiniones de otros jugadores para ver si lanzarme o no.


Este ha sido mi primer año con la Switch, con el redescubrimiento de una vieja afición y el descubrimiento de nuevos títulos (desconocidos en un principio, pero que han venido para quedarse). Son muchas horas de diversión que me han llevado a plantearme ciertas preguntas: ¿se puede considerar los videojuegos una obra arte? ¿al nivel del cine, la pintura, la música o la fotografía? ¿es una pérdida de tiempo jugar a un videojuego? ¿está mejor aprovechado el tiempo dedicado a la lectura en lugar de jugar? Después de pensar mucho en el tema, creo haber hallado la respuesta, quizás éste sea motivo para otro post. Sólo puedo decir que, el placer, la diversión y la emoción que he sentido jugando a ciertos títulos están la altura de lo sentido mientras disfruto de una buena película o canción. Si hay algo que he aprendido en este último año, es que los videojuegos no tienen nada que envidiarle al cine, la literatura o la escultura.